Por: Claudio Zapata
La Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, la Decana de América, ha sido siempre un espacio privilegiado para analizar
la dinámica política de nuestra sociedad. En la década de los setenta,
cualquier posición diferente a la predominante, era rápidamente cuestionada. No
se podía ir en contra de la unidad o del pensamiento guía. Los que cuestionaban
la verticalidad o el dogma eran acusados de reaccionarios, aludiendo
no estar a favor del nuevo orden que pretendían conseguir. La frase tiene sus orígenes
en la Revolución francesa, cuando de manera peyorativa se utilizaba para
referirse a los contrarrevolucionarios, a aquellos que aspiraban a conservar el
orden de las cosas.
En la misma época, donde era muy común
compartir la ideología marxista, otro calificativo para combatir al adversario
era el de revisionista. Acusar a alguien de revisar las premisas
fundamentales del materialismo histórico era sin duda un golpe certero, púes
nadie quería cobijarse en esa categoría política. El término fue inicialmente
utilizado para cuestionar revisiones injustificadas y devino con el pasar del
tiempo en un acto de traición hacia la práctica y teoría marxista.
En la década de los noventa, una
mirada diferente, una persona nueva, alguien que trataba de indagar el porqué
de las cosas, era rápidamente descalificado con la insinuación de ser un infiltrado.
Te acusaban de ser parte de los servicios de inteligencia, en una época en que
te sentías amenazado y vigilado tanto por las organizaciones violentistas como
de las unidades estatales de investigación. Los acusadores -por lo general-
trataban de descalificar a la persona antes que a sus argumentos. Me parecía que
era una especie de miedo a lo distinto. En algún momento, al ser un chico de la
facultad de economía que asistía a reuniones en la facultad de sociales, reconocí
que hablaban en esos términos de mí, a mis espaldas.
Hoy en día, un nuevo término se
acuña debido al desprecio masivo por el accionar terrorista y su ideología. Cualquier
cuestionamiento al status quo pretende ser calificado como senderista. Lo usó Patria
Roja para justificar la violencia contra quienes consideran llevan muchos años
en la conducción de la FEP y proponían un recambio en su último congreso. Ahora
lo usa el rector Cotillo (aquel que tuvo la genial idea de condecorar a
congresistas sanmarquinos sin importar lo impresentables que fueran, como lo es
el acusado de proxenetismo, el fujimorista Néstor Valqui) para descalificar
cualquier cuestionamiento o protesta sobre la crisis institucional que existe
en la Decana de América. En un reciente artículo en la revista Caretas, el
rector denuncio que habían varios grupos que responden al mismo cordón
umbilical, ergo los llamo prosenderistas o filosenderistas. Cotillo identifica
en esa categoría al conjunto de organizaciones que critican la gestión
establecida dentro de la universidad. Una gestión mediocre y con serias
limitaciones en materia de transparencia. Cualquier organización con un
discurso a favor de una gestión diferenciada podría ser denunciada como tal por
el sindicado rector.
La “masiva” presencia de
organizaciones filosenderistas no es reciente como pretende hacer ver la prensa.
Varias de las organizaciones existentes fueron –y son- aliadas del rector para
hacerlo llegar a ese cargo. Que mejor que utilizar este miedo sembrado en la
población para construir una imagen diferente ante la opinión pública.
Otro hecho que da cuenta de la
táctica usada por la máxima autoridad sanmarquina se evidenció el 15 de
noviembre. Un grupo de ronderos cajamarquinos que montan guardia en las lagunas
que serían afectadas por el proyecto Conga, fueron invitados por la comunidad
sanmarquina para escucharlos. El personal de seguridad tenia ordenes de impedir
su ingreso. El grupo organizador del evento asumió la responsabilidad ante
cualquier suceso para lograr la entrada al campus. En pleno evento, el cuerpo
de seguridad se acercó a la reunión con el objetivo de retirarlos acusándolos
de ser miembros de una organización terrorista. Cuando se preguntó quién los había
enviado, la respuesta fue obvia: el rectorado.
Un nuevo calificativo peyorativo pretende
ser construido por el actual rector de
la primera universidad pública. Grupos cuestionados por el señor Cotillo
reniegan de esa acusación y deslindan con Sendero y con Cotillo, pues
consideran que son parte de lo mismo. La reciente “marcha por la paz” organizada
por los partidarios del rector tuvo como respuesta una contramarcha. Ese mismo
grupo de alumnos, provenientes de organizaciones de izquierda, lo esperaban en
la plaza Dos de Mayo con un cartel titulado: “Ni Cotillo ni Sendero, San Marcos
es primero”. Algunos profesores y decanos de facultades vinculadas al rector
quisieron apabullarlos, de hecho los agredieron.
Este valiente grupo de
estudiantes se enfrenta a lo peor de la universidad pública: los representantes
de las lógicas clientelares, corruptas y deficientes -académicamente hablando.
Muchos no aparecieron por el miedo que los confundan con los verdaderos
filosenderistas en los medios de comunicación. Los que sí fueron, prefirieron ser
consecuentes y oponerse públicamente a quien consideran es el mayor problema de
la crisis de San Marcos: sus autoridades.
Lima, 21 de noviembre
de 2012